jueves, 17 de septiembre de 2009

lunes, 14 de septiembre de 2009

sábado, 12 de septiembre de 2009

¿De qué va la película?

Me cansé de esperarme a mí misma, de hacer el diario ordenadito y en regla, parece que no sirvo para eso, ¡aún tengo pendiente la selva!: Noemí, animalito, Yuri y su mamá de diecinueve, Mamá Lucha, ¡ah!, y el Padre César, el dominicano de Oviedo, misionero en el Perú desde hace cincuenta años. Lo conocemos una tarde de sol en la comunidad de Shintuya, antes de cruzar el río, antes de la tormenta tenaz que se viene cuando anochece y todas (Marisol, que vive entre platanos y mosquitos y ese día viaja en nuestra kombi, incluída) nos refugiamos en el colegio interno de los dominicanos, César nos hace cena con una sobremesa de dos o tres horas, afuera la lluvia, etcétera. Y después de la selva tendría que contar el regreso a Cuzco, las fiestas de Paucartambo, colombianos de cocina y aspiradora, Amir como salido de Cidade de Deus, discusiones frente al mecánico, explosión: se escucha: (atención, aunque no es tan grave como suena) ¡a la mierda, vendemos la dinamita!, y luego, después de los golpes, después de vomitarnos los que sentimos, abrazarnos y entender, y entonces seguir el viaje, convencidas, y seguir ahora en caravana con Jaime y Nico, ¡y el maestro loco Blas! Blas de las calles de República Dominicana, pero sobre todo de las calles del mundo, y él de verdad, que desde que tiene dieciséis ¡¡no ha vivido más de un mes en ninguna pinche ciudad del planeta!!, Blas Camilo, la llegada a Lima, los queques, los brownies, la Nati como una verdadera mamá de casa, sin salir, y la rodilla por fin reposando, y claro, la llegada de Pitu, y con él el sexto, el que se acaba los panes, el que esconde lo que nadie encuentra, el sexto que quizá es la shipiva que nos pegó Sueño, el fotógrafo, cuando estuvimos en su casa de Lima, y que ahora nos acompaña desde afuera, sobre el amarillo de dinamita, en todo su perfil, y se mezcla con el paisaje de donde vamos pasando. De ahí a cruzar la frontera, llegar al país de los bananos, sol y licor en Guayaquil, donde las mujeres cada vez más pechugonas, más culonas, ¡nosotras no tenemos nada que hacer aquí!, luego que si hablamos de Montañita y ahí si que todo se vuelve un kaos: Diego el contrabandista que nos arrendaba la cabaña, la Negra que se quiere ir a Quito y de pronto (Victorpause), la Ire enojada con el cielo nublado, pero conociendo a Barba Roja, por qué no, el vecinito, Nati que después de una noche mágica y despampanante, daikiri, piña colada y rock’n’roll, entiende que tiene que volver a la tranquilidad y se refugia con Papá Pitu, el mejor compañero de verdad, tejiendo como pequeños insectos. Yo en la balanza de guayabas de colombiano chamullero y que me voy a buscar a mi madre, ¡qué emoción Terelu en Ecuador, en Montañita! A partir de ahí las rutas se separan como serpientes que se volverán a juntar en Quito, y acá estamos y luego vendrán las fotos.

INTERRUPCIÓN SOSPECHOSA E INEVITABLE DESDE QUITO
(Ahora sí)

A veces me parece que el cuerpo se me pone insoportable. Imposible estar cómoda con él, sentir placer por mi postura más allá de unos segundos. Pamplinas. Vuelvo a BORRAR, otro párrafo que no sirve. Si hubiera sido Shakespeare, por lo menos tendríamos ese párrafo escrito en el papel, sabemos el viaje de su mente, el viaje que le hizo escribir y luego borrar algo (¿lo borra con furia?, ¿como para que nadie pueda leerlo NUNCA?, o lo borra así, suavemente, como el que dice una frase medio alto medio bajito y si no le entienden, pues nada, y si le entienden, pues mira tú qué bien)

Pero otras cosas me distraen, como la canción de Janis, I’m gonna try, o el vaivén del cuerpo como un oleaje sobre las teclas de la computadora, en un barco, o la Nati diciéndome que, mientras yo hablaba con Oswaldo por el teléfono, Juanita había entrado a la casa (la música

Mierda. Llaman al tenéfono. Por qué no me dejar terminar de escribir una idea, y ya viene algo asaltándome, ni siquiera había terminado lo de Juanita y ahora el teléfono, ¡y seguro que quieren hablar con nosotras!, ¿Oswaldo de nuevo?, pero ya ha sonado durante demasiado tiempo y ahora para, silencio, quizás atendió Juanita, quizás la llamada quedó perdida en tiempo y espacio.

Digo que Juanita, cuando abrió la puerta de la habitación, nos encontró por los techos, los ojos como puntos suspensivos sonrientes, los brazos caídos, la boca de sandía que se avergüenza, la ropa arrugada, los movimientos medio espasmódicos, esa manera de reaccionar con risita de estúpido y una seriedad absoluta a continuación, ¡inténtalo!), y al entrarella, yo salía, pues ella venía a decirme que me llamaba Oswaldo por el teléfono, y cuando se habían quedado las dos solas (Nati se levanta, con efectos retardados a bajar la música, la Janis se encuentra un poco más lejana, y todaVÍA UN POCO MÁS, SU VOZ se convierte de pronto en una hormiguita que habla con las antenas y ahora, cara a cara, por momentos Nati piensa que Juanita puede ver más allá, le había dicho, como si todo fuera normal, ¡como si todo fuera normal!, que cerrara la puerta al marcharse. Claro que Nati no se acuerda de cuál es la llave y no está segura de si Juanita se refería a la puerta del portón o a la de la casa. Pero el caso es que acá nos hemos quedado porque ya volvió a sonar el teléfono (allá cuando me interrumpió un par de párrafos más atrás), y ninguna atendimos, y no sabemos si dejó de sonar porque Juanita atendió, o porque la llamada quedó perdida en tiempo y espacio.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Biología automática (alegre espectáculo)

Entramos a la selva del Manu el mismo día en que murió Michel Jackson. Claro que de la noticia nos enteraríamos casi una semana después, en la cocina de Mama Lucha (plátano frito, yuca, arroz), porque mientras el rey del pop moría en su mansión nosotras nos alejábamos de Cuzco a un ritmo frenético, como si alguien nos persiguiera, o como si el Manu tirara de nosotras con una de sus lianas. Pasado Paucartambo, la dinamita, con su nuevo dinamito Markus el motorista intrépido, deja atrás el frío para sumergirse en una burbuja de verdes cálidos como recién pintados y entonces Terrakota a todo volumen y camino de piedras adentrándose, adentrándose, y los ojos como en un documental imparable (ire como camarógrafa intransferible, blacky como reportera irremplazable), con todos ustedes el tigre de bengala, peripecia máxima, la selva indómita. En Pilcopata empiezan los mosquitos, las noches húmedas y lo que es más emocionante: los ríos. No esos ríos de ¡Mira, allá, un río, qué bonito!, sino más bien: ¿Ves ese río allá abajo?, por ahí va la carretera…digo, el rootscamino, eso es, hay que atravesarlo. Una hora más abajo, Tonino Carotone, la negra renuncia a pasar con la dinamita como si fuera un yellow submarine, así que Nati saca su carta de Capitana y mete primera mientras nosotras grabamos desde atrás gritando Conchadetumadre, conchadetumadre, y veinte segundos más allá habíamos pasado el primer río, el más grande, hip, hip, hurra, y bailábamos con tabaquito en mano, Por qué voy a creer yo en el amor, con las montañas verde botella, verde bicho, verde moco, verde flúor, verde espinaca, verde loro, verde mar, verde semáforo, verde marciano, verde palmera, verde sandía, verde imposible de tan verde. Y yellow dinamita dando saltitos con cada piedra hasta llegar a Salvación, donde nos encontramos con Mamá Lucha y Maritza en Chaska Wasi, y es como si nos estuvieran esperando.