San Pedro tiene eso de pueblo chico, infierno grande clavado en cada esquina como si fuera una advertencia inexorable. Pero es algo más. Es algo entre voces del desierto y campanas del dinero. ¡Ciudadela de deambulantes! Resulta demasiado fácil encontrarse de nuevo con la misma cara, en la misma calle, entrando a las mismas tiendas souvenir and rest in peace, a los mismos bares.
Por el día parece como si el sol pudiera entrar por un agujerito de la cabeza hasta calentarla como para cocinar cazuela. Por la noche el viento levanta la arena y las paredes se vuelven heladas. Es el mismo contraste que las cholitas chiquitas y negritas de esquina, vendiendo humitas calentitas a quinientos pesos, entre polleras y sombreros, hablando rápido y muy bajito como si por su lengua corrieran bichitos haciendo una carrera. El contraste entre ellas y los suizos y los canadienses y los japoneses y los alemanes, el primer día blanquitos, blanquitos, el segundo día rojos como cangrejos o como pimientos rojos. Ropa nueva, especial para viajar por Chile. Restaurant de lujo. Paseo en jeep por los lagos sagrados del altiplano, vigilados por guardias, noentrassinopagas. Por más que lo intento no puedo dejar de verlos así, turistas de guante blanco, terroristas de la pacha mama.
San Pedro tiene algo entre el olvido y el estanque, como si fuera tan fácil hipnotizar a los que llegan hasta hacerlos quedarse: en pocos días un arriendo, trabajo de camarero y de pronto pasaron diez años de tu vida y nunca te diste cuenta. Es algo entre la cocaína y el opio.
Tiene el olor a rancio de los carabineros acercándose muy despacio y con las luces de alerta prendidas, pero al mismo tiempo tiene la magia de la música con instrumentos de tierra y semillas. Y esa cosa de las plazas de pueblo que es el telar que se va tejiendo con la gente que pasa y sigue, o el que se queda y toma un café, o los niños jugando fútbol con un balón deshinchado, la mujer cargada de verdura que se sienta a descansar en el banco, o el chico de bigotes largos y guitarra desenfundada (como provoca
negra, aqui el gato de la suerte comunicandose contigo. Buen viajeee. miauuuu
ResponderEliminarsoy la más fan de los fans del blog de la kmobidinamita, me transporta allá con uds, y cuando termino de leer estoy acá, en esta ciudad del ruido, que por estos días está linda a ratos cuando llueve, y los colores del otoño son rojos y amarillos y la luz es tan tenue, de sol y tierra mojada. Uno piensa : "si hubiera aire, sería lindo". Y tose un poco.
ResponderEliminarY en la casa circular está todo del amor, nos unimos en una familia cada día, en ir a la playa y ceremoniar unos funguis del amor que nos llevaron a la otra dimensión, esa del silencio de la mente, y del amor puro, mientras unos eran cochayuyo, la veve empollaba un huevo en lo alto de una roca, revelaciones sobre la muerte y a ratos venía un silencio tan profundo que hasta el mar se callaba y uno sólo escuchaba la propia respiración.
Y se van las gentes, están lejos pero cerca, uds, la virlli y la naty, la veve pronto parte...Y Paz me dice que nadie se va, sólo andamos circulando y ya nos toparemos de nuevo, y qué rico será ese abrazo!