martes, 1 de junio de 2010

Lupita, Lupita
















Hace tres semanas decidimos salir de la ciudad que extrañamente nos arropaba. Mientras se secaban las esporas de los honguitos con duendes al fuego de Cálcifer preparamos una mochila chiquita, del tamaño de un zapato, nos miramos, Laura & Negra: vamos y volvemos (se pensó y se hizo, etcétera). Hace tres semanas que nos fuimos y que no volvemos. Hasta entonces, cruzar a Venezuela y allá el reencuentro: La ire con media cabeza pelada, y miles de historias, caídas, Trinidad y Tobago, el clown Leo, el choque frontal de Dinamita y el Nuevo Circo de Caracas con todos sus chismes y la apropiación del pinche Estado de la Revolución Bolivariana de cualquier atisbo antisistema (a la mierda los bolivarianos y sus militares ladrones que con sus metralletas lo asaltan a uno en medio de la carretera). Días de mecánico John y familia, música en los buses y ruedos en las plazas, el mago fraude y el paisa Palomino (antiguamente Blanco) que nos acompañan y nos apoyan hasta pasar la frontera. La Dinamita no quiere recuperarse y las tres re-unidas de nuevo en el cascarón amarillo de cuatro ruedas, tenemos un humor maravilloso que se desborda y no dejamos que las malas noticias (bajar el motor again, por ejemplo, o los cuatro tiros que se llevó un tipo a diez metros de la kombi, la Ire mirando) tuerzan el alambre que se une poderoso: La Chicas Dinamita, ahora sí, Versión 2.0, extrañamos a la Nati (hermana, se te echa de menos) pero al mismo tiempo sí, somos tres poderosas brujas que por fin aprenden de mecánica: desmontar el carburador y la bomba de gasolina, cambiar bujías y válvulas, limpiar los tubos de los impulsadores del cuarto pistón que no trabaja, mierda, en qué nos estamos convirtiendo. Claro que al salir de Cúcuta ya gritábamos ¡Vane, amiga, ya estamos llegando a Bogotá!, pero no pasó ni una hora y la Dinamita con el relay fallando y el alternador que suena rarito, y de nuevo el carburador que se ahoga. Ajedrez y piña y teatro del absurdo para consolarnos, el primer intento de salida de Pamplona falla y nos vemos atrapadas en la montaña, Dinamita a punto de explotar chorreando gasolina y nos damos la vuelta, la carretera más retorcida que una serpiente y el motor apagado, Lupita, Lupita, Winona y Dios del Kaos, Zeus nos sigue con sus rayos y así llegamos a la casa de Julio, Macondo en telenovela, donde nos espera un tal Chepe con su historia de los bichos mitad animal mitad árbol, o con esa del rayo que mató a un cura en la montaña mientras daba la oración de Semana Santa el año pasado. Julio tiene una dinastía de siete hijos (seis hombres y mecánicos, o más que mecánicos toderos, porque saben de todo los chinos). Siete hijos enjaulados por una bestia-padre, aunque eso lo descubrimos poco a poco (ya hace casi una semana que estamos viviendo en su casa), con las historias que nos cuenta Stella, la madre berraca que no se cansó de parir y que ahora nos miente todos los días: No, no, Julio es viudo, viudito el Julio. Y se ríe Stella porque es una bruja, ella también, y se ha tirado de los pelos con alguna que otra amante, se ha escondido un cuchillo en la manga para defenderse del monstruo despreciable, ése que tiene nuestro motor entre las manos y antes de apretar una tuerca se pone fanfarrón y cuenta una, dos, cinco historias de Julio El Héroe, ¡qué falso!: lo odiamos. Lo odiamos porque nos tiene atrapadas en su casa que huele a muerto. Ayer despertamos con una vaca desnucada en el patio, mucha sangre y moscas, los perros intentando comerle los higadillos, el chivo que se esconde detrás de la higuera, las gallinas comiéndose la comida de los gatos y en la cocina una torre de arepas y una jarra de café siempre. La risa se nos transforma, nos vence la impotencia y la Negra histérica gritando a la bestia, ¡la puta madre!, la Ire que a las once y media no quiere despertarse, No quiero salir, no quiero, para qué, Laura llorando con furia mientras come tomate, ¡Porca miseria! Dinamita, vámonos, vámonos guatona, hay mucho camino camino todavía, la.vanda desorganizada vuelve con tirachinas, vámonos, mar de mujeres a la vista, levad el ancla, ¡viento en popa, a toda vela!

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