sábado, 24 de octubre de 2009

Piedras en el zapato, delirio y frenesí


Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca he podido matarme.
Louis Ferdinand Céline, Viaje al fin de la noche

Y ahora tengo que decidir, ¿decidir lo que creo que me hará más feliz?, bah, ¡pamplinas! Me llegan al pincho las decisiones. Por un momento estanca la piedra al río que fluye: el río tiene que pensar si la rodea por la izquierda o por la derecha. Y además tantear lo que va a desencadenar la decisión. Ay. Pero la solución viene como el río Napo, que a su paso por el Coca uno no puede siquiera asegurar si va hacia el Este o al Oeste, o que el agua esté en movimiento, incluso yendo en canoa se pregunta uno si estará remando a contra corriente. La solución viene cuando sacas la piedra, y es la solución del que se guía por los ojos, y por los ojos de la gente. La solución: Mañana. Hoy sólo hay La Tormenta. La tormenta en la noche, y Alexis gritando con su castellano de dibujos animados, ¡Llega la tormenta!, y yo, ¡Hola tormenta!, y Pitu, ¡Tormenta selvática!, y de pronto se va la luz en toda la ciudad y empiezan los rayos. Algunos caen muy cerca. Dentro de la kombi el humo va empañando los cristales y hay que pasar un trapito de vez en cuando para seguir contemplando el concierto punk que nos regala el cielo. Cada vez que hay un relámpago monumental, como si alguien hubiera encendido el foco de un escenario, el Flaco Ernesto se recarga y al terminar el rayo (todo oscuro de nuevo y ese silencio en tensión, el silencio que va contando los segundos hasta que aparece el trueno,) el Flaco Ernesto brilla como luciérnaga y baila algo parecido a Tres Golpes de la Totó, un poco más frenético, y nos contagia a los tres con su ritmo.

lunes, 12 de octubre de 2009

CORTOCIRCUITO MENTAL ACERCA DE POLICÍAS NEOLÍTICOS



“Cuidado con su lógica, ¡cuidado con su lógica!... no imaginan hasta dónde puede llevarnos nuestro odio a la lógica”

Antonin Artaud, Carta a los Poderes

HECHOS

El pasado sábado diez de octubre fueron detenidos seis músicos (cinco colombianos y un francés) cuando salían del bar en el que tocaban.

CUESTIONARIO

(¡Nunca deje de cuestionarse!, recuerde que el hombre es el único animal que pregunta. ¡No se duerma en los laureles del campo de Nestlé y TV Amazonas!)


“El hábito que tienen ustedes de dar la espalda a las preguntas, no impedirá que los cielos se abran y que un nuevo lenguaje se instale en sus imbéciles transacciones”

Antonin Artaud


  1. ¿Usted escucha música?

a) Sí, todos los días

b) De vez en cuando

c) No, nunca… ¿música?

  1. ¿Prefiere el reggaeton envasado o la música en vivo?

a) El reggaeton envasado

b) Música en vivo

c) No contesta

  1. ¿Qué piensa usted de los músicos itinerantes?

a) Nos alegra compartir el intercambio musical y cultural… porque… a la vez las cosas se funden, ¿no?

b) Deberían eliminarlos a todos y mandar las cenizas a sus países, ¡Que no nos roben el trabajo a los ecuatorianos!

c) Fresco, frescazo, que vengan los manes de otros países

  1. ¿Qué debería hacer la policía al respecto de los artistas extranjeros?

a) El arte no tiene colores ni fronteras, hermano

b) Deportación: las leyes divinas dicen que los turistas no pueden trabajar en nuestro país. Los turistas deben venir acá a gastarse su dinero, no a llevarse el nuestro.

c) No me influye en nada, que hagan lo que quieran. Y ahora, si me disculpas, tengo que seguir trabajando para sacar adelante a mi familia.

DEPORTACIÓN (según la RAE): DESTIERRO O CONFINAMIENTO LEJANO POR RAZONES POLÍTICAS O COMO CASTIGO.

Según la ley de extranjería del Ecuador, los extranjeros con visa de turistas no pueden trabajar.

¿Y qué?, Y sin embargo, ¿qué? La música no tiene visa, no sabe de fronteras, la música hace mover los pies y sonreír la vida… ¿O es que acaso se atreven a decirnos que ustedes no lo saben?


A nuestros hermanos músicos los van a deportar hoy mismo después de haber pasado tres días encerrados en prisión sin luz, agua ni comida, sin derechos, ¡sólo por hacer música! (Y a pesar de todo, ellos seguían cantando). No es la primera vez que esto ocurre. De hecho, pasa todos los días, y no sólo con los músicos. Los artesanos no pueden vender en la calle, los malabaristas no pueden hacer sus ruedos.

¿POR QUÉ LE TEMEN AL ARTE KALLEJERO?, ¿EN QUÉ QUEREMOS CONVERTIR ESTE LUGAR? Las calles de Baños pronto serán (si es que no lo son ya) una pasarela para turistas que sólo vienen a comprar, comprar y comprar. ¿ESO QUEREMOS?

¡LA MÚSICA NO TIENE NADA QUE VER CON LAS LEYES!

EPÍLOGO

No somos tan ingenu@s como para creer que esta situación va a cambiar con nuestra carta irónicay sincera (qué buena combinación).

Sólo queremos expresarnos, decir que lo que pasa en este pueblo es una MIERDA, que no entendemos por qué deportan a los artistas extranjeros, ¿acaso es incompatible?, ¿acaso no se puede viajar haciendo arte y vivir de ello?

Lo que escribimos es una invitación a pensar, pero también a actuar, a no quedarse callad@s y seguir mirando el plato de arroz con menestra mientras arrestan a l@s músic@s que antes aplaudíamos. Pensar distinto que la policía no es delito. Decirlo, tampoco.

Y ahora, señores y señoras, les dejamos de nuevo con la programación prevista.

Buenos días, buenas tardes y buenas noches.

lavanda.des.organizada


jueves, 8 de octubre de 2009

El mundo por la mitad




















Pitu homeless en la frontera: el calor y los mosquitos hacen de la noche algo insoportable dentro de Dinamita
Las locas de la kombi amarilla
Montañita, la casa roots
Terelu we love you
Despedida de tres guatones y un payaso

Semana trágica






Sueño decorando la Dinamita en Barranco, Lima
Pitu, un dinamito más (y con él llega El Sexto, luego nombrado Rocamadeur)
Dinamita en la Plaza sin Armas deTrujillo
Máncora: mojito style en la Dinamita Afterhour

jueves, 17 de septiembre de 2009

lunes, 14 de septiembre de 2009

sábado, 12 de septiembre de 2009

¿De qué va la película?

Me cansé de esperarme a mí misma, de hacer el diario ordenadito y en regla, parece que no sirvo para eso, ¡aún tengo pendiente la selva!: Noemí, animalito, Yuri y su mamá de diecinueve, Mamá Lucha, ¡ah!, y el Padre César, el dominicano de Oviedo, misionero en el Perú desde hace cincuenta años. Lo conocemos una tarde de sol en la comunidad de Shintuya, antes de cruzar el río, antes de la tormenta tenaz que se viene cuando anochece y todas (Marisol, que vive entre platanos y mosquitos y ese día viaja en nuestra kombi, incluída) nos refugiamos en el colegio interno de los dominicanos, César nos hace cena con una sobremesa de dos o tres horas, afuera la lluvia, etcétera. Y después de la selva tendría que contar el regreso a Cuzco, las fiestas de Paucartambo, colombianos de cocina y aspiradora, Amir como salido de Cidade de Deus, discusiones frente al mecánico, explosión: se escucha: (atención, aunque no es tan grave como suena) ¡a la mierda, vendemos la dinamita!, y luego, después de los golpes, después de vomitarnos los que sentimos, abrazarnos y entender, y entonces seguir el viaje, convencidas, y seguir ahora en caravana con Jaime y Nico, ¡y el maestro loco Blas! Blas de las calles de República Dominicana, pero sobre todo de las calles del mundo, y él de verdad, que desde que tiene dieciséis ¡¡no ha vivido más de un mes en ninguna pinche ciudad del planeta!!, Blas Camilo, la llegada a Lima, los queques, los brownies, la Nati como una verdadera mamá de casa, sin salir, y la rodilla por fin reposando, y claro, la llegada de Pitu, y con él el sexto, el que se acaba los panes, el que esconde lo que nadie encuentra, el sexto que quizá es la shipiva que nos pegó Sueño, el fotógrafo, cuando estuvimos en su casa de Lima, y que ahora nos acompaña desde afuera, sobre el amarillo de dinamita, en todo su perfil, y se mezcla con el paisaje de donde vamos pasando. De ahí a cruzar la frontera, llegar al país de los bananos, sol y licor en Guayaquil, donde las mujeres cada vez más pechugonas, más culonas, ¡nosotras no tenemos nada que hacer aquí!, luego que si hablamos de Montañita y ahí si que todo se vuelve un kaos: Diego el contrabandista que nos arrendaba la cabaña, la Negra que se quiere ir a Quito y de pronto (Victorpause), la Ire enojada con el cielo nublado, pero conociendo a Barba Roja, por qué no, el vecinito, Nati que después de una noche mágica y despampanante, daikiri, piña colada y rock’n’roll, entiende que tiene que volver a la tranquilidad y se refugia con Papá Pitu, el mejor compañero de verdad, tejiendo como pequeños insectos. Yo en la balanza de guayabas de colombiano chamullero y que me voy a buscar a mi madre, ¡qué emoción Terelu en Ecuador, en Montañita! A partir de ahí las rutas se separan como serpientes que se volverán a juntar en Quito, y acá estamos y luego vendrán las fotos.

INTERRUPCIÓN SOSPECHOSA E INEVITABLE DESDE QUITO
(Ahora sí)

A veces me parece que el cuerpo se me pone insoportable. Imposible estar cómoda con él, sentir placer por mi postura más allá de unos segundos. Pamplinas. Vuelvo a BORRAR, otro párrafo que no sirve. Si hubiera sido Shakespeare, por lo menos tendríamos ese párrafo escrito en el papel, sabemos el viaje de su mente, el viaje que le hizo escribir y luego borrar algo (¿lo borra con furia?, ¿como para que nadie pueda leerlo NUNCA?, o lo borra así, suavemente, como el que dice una frase medio alto medio bajito y si no le entienden, pues nada, y si le entienden, pues mira tú qué bien)

Pero otras cosas me distraen, como la canción de Janis, I’m gonna try, o el vaivén del cuerpo como un oleaje sobre las teclas de la computadora, en un barco, o la Nati diciéndome que, mientras yo hablaba con Oswaldo por el teléfono, Juanita había entrado a la casa (la música

Mierda. Llaman al tenéfono. Por qué no me dejar terminar de escribir una idea, y ya viene algo asaltándome, ni siquiera había terminado lo de Juanita y ahora el teléfono, ¡y seguro que quieren hablar con nosotras!, ¿Oswaldo de nuevo?, pero ya ha sonado durante demasiado tiempo y ahora para, silencio, quizás atendió Juanita, quizás la llamada quedó perdida en tiempo y espacio.

Digo que Juanita, cuando abrió la puerta de la habitación, nos encontró por los techos, los ojos como puntos suspensivos sonrientes, los brazos caídos, la boca de sandía que se avergüenza, la ropa arrugada, los movimientos medio espasmódicos, esa manera de reaccionar con risita de estúpido y una seriedad absoluta a continuación, ¡inténtalo!), y al entrarella, yo salía, pues ella venía a decirme que me llamaba Oswaldo por el teléfono, y cuando se habían quedado las dos solas (Nati se levanta, con efectos retardados a bajar la música, la Janis se encuentra un poco más lejana, y todaVÍA UN POCO MÁS, SU VOZ se convierte de pronto en una hormiguita que habla con las antenas y ahora, cara a cara, por momentos Nati piensa que Juanita puede ver más allá, le había dicho, como si todo fuera normal, ¡como si todo fuera normal!, que cerrara la puerta al marcharse. Claro que Nati no se acuerda de cuál es la llave y no está segura de si Juanita se refería a la puerta del portón o a la de la casa. Pero el caso es que acá nos hemos quedado porque ya volvió a sonar el teléfono (allá cuando me interrumpió un par de párrafos más atrás), y ninguna atendimos, y no sabemos si dejó de sonar porque Juanita atendió, o porque la llamada quedó perdida en tiempo y espacio.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Biología automática (alegre espectáculo)

Entramos a la selva del Manu el mismo día en que murió Michel Jackson. Claro que de la noticia nos enteraríamos casi una semana después, en la cocina de Mama Lucha (plátano frito, yuca, arroz), porque mientras el rey del pop moría en su mansión nosotras nos alejábamos de Cuzco a un ritmo frenético, como si alguien nos persiguiera, o como si el Manu tirara de nosotras con una de sus lianas. Pasado Paucartambo, la dinamita, con su nuevo dinamito Markus el motorista intrépido, deja atrás el frío para sumergirse en una burbuja de verdes cálidos como recién pintados y entonces Terrakota a todo volumen y camino de piedras adentrándose, adentrándose, y los ojos como en un documental imparable (ire como camarógrafa intransferible, blacky como reportera irremplazable), con todos ustedes el tigre de bengala, peripecia máxima, la selva indómita. En Pilcopata empiezan los mosquitos, las noches húmedas y lo que es más emocionante: los ríos. No esos ríos de ¡Mira, allá, un río, qué bonito!, sino más bien: ¿Ves ese río allá abajo?, por ahí va la carretera…digo, el rootscamino, eso es, hay que atravesarlo. Una hora más abajo, Tonino Carotone, la negra renuncia a pasar con la dinamita como si fuera un yellow submarine, así que Nati saca su carta de Capitana y mete primera mientras nosotras grabamos desde atrás gritando Conchadetumadre, conchadetumadre, y veinte segundos más allá habíamos pasado el primer río, el más grande, hip, hip, hurra, y bailábamos con tabaquito en mano, Por qué voy a creer yo en el amor, con las montañas verde botella, verde bicho, verde moco, verde flúor, verde espinaca, verde loro, verde mar, verde semáforo, verde marciano, verde palmera, verde sandía, verde imposible de tan verde. Y yellow dinamita dando saltitos con cada piedra hasta llegar a Salvación, donde nos encontramos con Mamá Lucha y Maritza en Chaska Wasi, y es como si nos estuvieran esperando.

martes, 14 de julio de 2009

Boca contra boca





- Ya, ¿estás preparada?

La negra me mira con ojos de chispita, como los niños cuando juegas a perseguirlos y saben que en cualquier momento los puedes atrapar y corren y se mueren de los nervios y gritan agudo y muy fuerte, un grito que explota en el pecho y sale disparado. La negra grita así antes de contestar:

- Dale, dale

- Bueno, tienes que responder muy deprisa. Aunque ya sabes lo que dice Cortázar. El hombre es el animal que pregunta, dice. Sólo que parece que cuanto más preguntamos más nos alejamos de las respuestas. Todo sea por jugar, pues. ¿Preparada?

Ella cierra los ojos, el pelo a medio trenzar, la falda rosa, verde, amarilla, y dice Si.

- Cuzco- le digo

- San Blas- Contesta muy deprisa

- Escaleras

- Mirador

- Argentinos de mate y facturas

- Uruguaya hermosa y tuberculosa

- ¿Tos?... ¿qué tos?

- Charlie García en las pollerías, Éxtasis... ¡¡Mati, baby!! (qué ser tan divertido)


- Recuerdo de Beguito diciendo Piola como lo dice ella, como parándose en el hiato, mientras escucha Viernes 3am

- Kilómetro Cero de Viernes a jueves

- Tabaco, uno tras otro, uno tras otro


- Reggae roots, ¡sha la la la la la!

-Bob Marley crucificado (malditos cabrones)

- Rock star Alvarito (Sunday morning)

- Los Polacos

- El flaco Valerio:“¿en qué piensas?”

- “Sexo”: Pulpo tocando la batería o la canción de los duraznos


- Ahh, Marazaia zôe, Árbol Lisandro a la guitarra y tú al micrófono

- Mercedes Benz

- Kombi Dinamita

- La policía de extranjería llevándose nuestra casita rodante

- Exhibicionismo en nuestra ducha pública (maldita vecina vieja)

- La ducha del panadero amigo de Nati

- ¿Nati?

Como si en medio de la carrera escucháramos una explosión, nos miramos de pronto con los ojos bien abiertos y yo le digo, Sí, Nati

- Tiroriro

- Teoría del Kaos en vida


- Mente y rodilla rota

- Hospital y casa para el reposo sin reposo pero con cocina


- Volvemos al mirador


- Bajamos por las otras escaleras

- Sirkosis, creación y disolución, ¡sabelo!

- Acrobacia con la señorita Irencita y música en directo

- Un, dos, tres, ¡sofá!

- Varieté, el niño y Randy, los mejores amigos

- ¡Emoliente caliente para la gente!

- Choco soda, la adicción


-El menú vegetariano de Lila

- Pan ciabatta con queso

- Rescate: pasión por lo ajeno

- Los robos del baratillo del sábado: papacho Juan

- Volvemos al más porteño del mate y las facturas, che, qué sé sho, ¡a la chola va, con su kenacho!

- Amaru Puma Kuntur

- Chakira: ¡papacho, chaccha tu coca!

- Yo comprando hoja de coca en el mercado, la boca verde


- Jugo de mango y naranja


- Queque de plátano y chocolate


- ¿Volvemos al Kilómetro Cero?


- Sí

- ¡Y Pachangaaaa!, ¡y calienteeee!
- Irene, no te conviene… ¡vivan los colombianos!
- Mati bailando

- La Lambada en una flauta
- El trombón del ecuatoriano

-El saxofón de Lucas el saxofonista
- Los instrumentos de los mexicanos
- Luna negra, negra luna

Y aquí se acabó el juego porque en el tiempo en que voy a buscar un queque de plátano recién salido del horno, la vela que está prendida al lado del computador termina de derretirse y en la cocina se cae una taza de café y es en ese momento que Nati olfatea como sabueso y grita, ¡algo se está quemando en la pieza!




miércoles, 1 de julio de 2009

Giant steps (desorden en el perchero)


Es tan fácil guardar las cosas en el cajón del pasado y cerrarlo, cerrarlo a empujones, los papeles intentando salirse por la más mínima rendija, cerrarlo con pies y manos, con varias manos, como empujábamos la Dinamita cada vez que se ahogaba en las alturas del lago Titikaka, a más de cuatro mil metros, cerrar el cajón con llave y que misteriosamente se siga llenando de gente a la que nos cruzamos, de todos los policías que nos paran por el camino (Señorita, los documentos, por favor, a ver, ¿por qué no lleva la patente en su lugar correcto?, ¿éste seguro es internacional?, ya, ¿cuántas personas viajan en este vehículo?, ¿cómo dice?, ¿cuatro mujeres?, ¿solas?, ¿y no tienen miedo?, y, ¿hasta dónde se dirigen?, ¿qué?, ¿hasta México?), que se siga llenando de paisajes sin caras, de pueblitos que ya la Historia construyó con barro y olvido, de niñas con la vida metida entre dos trenzas y un aguayo, reproduciendo en cada paso los mismos movimientos de sus mamás como si este juego de vivir fuera sólo un dictado de escuela. Es tan fácil guardar en el cajón del pasado kilómetros y gasolineras que se llenan enseguida de polvo, y tan difícil, ahora que llueve tanto y la selva nos rodea con su calor viscoso, abrir el cajón y sacar, por ejemplo, la carretera que llega a Cuzco desde Arequipa, midiendo el combustible en cada curva, invocando al señor Kaos para que nos deje llegar a la ciudad donde nos encerraremos durante más de un mes, la ciudad donde dejaremos de ser cuatro para ser una más una más una más una y otros miles de seres. Es difícil abrir el cajón porque ahora todo es verde y hay pájaros con la cola amarilla que vuelan de un árbol a otro como si estuvieran jugando al escondite y cuando llegan a la rama que querían desaparecen de nuevo entre las hojas y hay otros que cantan como si estuvieran bajo el agua y yo quiero escribir sobre eso pero sé que he abandonado el diario de viaje y tengo que remontarme al pasado y abrir el cajón y desempolvar –y lo hago por Leo, que dice que leyéndonos es como si viajara con nosotras, o por Asier, que manejó la Dinamita y parece que eso le diera derecho a seguir asomándose a cada rato, o por Héctor Carús, el brujo Tito, que ya pronosticó la muerte de nuestra casa rodante allá en Coquimbo y ahora nos advierte, con la mirada clavada como un dardo venenoso en su bola de cristal, así me lo imagino, de que no nos separemos hasta fin de año, o por la duenda Carmen, que de pronto aparece en forma de canción de lluvia o de caricia de gato. Abriré el cajón de Cuzco como el día en que uno se dispone, por fin, a ordenar el armario (¡y si no, que me parta un rayo!, grita la Nati desafiando al mismísimo Zeus), aunque todo parece indicar que en esta historia hay tantas ciudades como cabezas y tantas cabezas como caminos a seguir en un laberinto.

domingo, 24 de mayo de 2009

La delgada línea de la cabeza

Buscando un lugar secreto en la dinamita para esconder todos los quesos, cereales y semillas que tenemos y que no pueden encontrarnos en la frontera con Perú, a la Nati se le ocurre desmontar las puertas, así que durante unos kilómetros no se pueden bajar los vidrios porque ahí justo está el gran tesoro, los tortellini con crema que nos comeremos cuando pasemos la delgada línea que se empeña en separar los mundos. Atrás se queda el Chico, con su casita de adobe y sus seres que le habitan adentro de su cuerpo y que salen en los momentos más inesperados con forma de voz de pitufo o de gatito atropellado por un camión. Atrás las noches de charango y kena y las mañanas de mate con Kike rodeados de fanzines (nada de anarkismo democrático, no me chinguen) y libros sobre los maravillosos crotas, y una de esas películas con las que uno se lanzaría directamente al atraco de un banco, ¡maldito dinero! Atrás quedan las fotocopias de muestro comunicado, pegadas en cada esquina de la calle Caracoles, y un último grito, ¡Viva la revolución!, y una caja sorpresa en la comisaría y un puñado de risas en la mochila, ahora sí nos podemos ir. Atrás se quedan, corazón con corazón, y sin embargo de pronto parece que aún estamos con ellos cuando la Nati termina de atornillar de nuevo la puerta de nuestro auto de juguete, atardecer en Arica, ¡Ya está, tesoro escondido!, y la Negra grita, ¡Estamos muy bien, cabras, muy pero que muy bien! (el Chico on my mind) Y ya lo creo que sí, porque con tantos trastos (chaches) arriba de la parrilla, los policías no se atreven a revisarnos (supondría alargar inevitablemente su aburrida jornada laboral) así que directas a Tacna, donde los pitidos de los taxis conduciendo a lo loco por la ciudad sin reglas nos darán el dolor de cabeza suficiente para partir a Arequipa sin pensarlo más. Pronto acabará el desierto y podremos volver a respirar.

Karta a la represión en San Pedro


¿Pensaban que nos íbamos a quedar calladxs?, ¿Ustedes nos quitan la música y el baile y nosotrxs en silencio? ¡Ja, ja, ja! El silencio es para los muertos.

Policías, energúmenos ineptos de la represión, seguidores fascistas de la dictadura silenciada, se merecen simplemente lo peor, así que ¡vayan preparándose!

¿A quién se le ocurre prohibir la música?, ¡La música! Hablamos cantando, el viento toca cuando sopla y mueve las hojas, los pájaros despiertan inventándose melodías, ¿y ustedes quieren prohibir la música?... Pero, ¿qué se han creído?, ¡tropa de estúpidos!

Por si fuera poco, además ¡pretenden reprimir el baile!, ¿Qué es para usted el baile, indeseable Astete?, ¿ha sentido alguna vez la diversión del cuerpo en movimiento?, ¿ha sentido la sonrisa por dentro mientras baila cueca, cumbia, saya?, ¿ha sentido la conexión con el momento?, ¿ha sentido la libertad?

¡El baile no se puede parar, carajo!, ¡Entérense de una vez, inútiles! El baile no se puede parar como no se puede parar el viento. Nunca podrán quitarnos la música porque la llevamos dentro. Nunca podrán pararnos los pies, ¡nunca!

Así que, caballeros, les hemos preparado una canción de brujas y maleficios, ¡ja, ja, ja! Dejen de kagarnos o serán kagados, dejen de mandarnos o alguien les mandará una desagradable sorpresa. A ver si alguien va a pararles los pies, o las ruedas.

¡JA, JA, JA!

lavanda.des.organizada



domingo, 3 de mayo de 2009

Not for sale












San Pedro tiene eso de pueblo chico, infierno grande clavado en cada esquina como si fuera una advertencia inexorable. Pero es algo más. Es algo entre voces del desierto y campanas del dinero. ¡Ciudadela de deambulantes! Resulta demasiado fácil encontrarse de nuevo con la misma cara, en la misma calle, entrando a las mismas tiendas souvenir and rest in peace, a los mismos bares.

Por el día parece como si el sol pudiera entrar por un agujerito de la cabeza hasta calentarla como para cocinar cazuela. Por la noche el viento levanta la arena y las paredes se vuelven heladas. Es el mismo contraste que las cholitas chiquitas y negritas de esquina, vendiendo humitas calentitas a quinientos pesos, entre polleras y sombreros, hablando rápido y muy bajito como si por su lengua corrieran bichitos haciendo una carrera. El contraste entre ellas y los suizos y los canadienses y los japoneses y los alemanes, el primer día blanquitos, blanquitos, el segundo día rojos como cangrejos o como pimientos rojos. Ropa nueva, especial para viajar por Chile. Restaurant de lujo. Paseo en jeep por los lagos sagrados del altiplano, vigilados por guardias, noentrassinopagas. Por más que lo intento no puedo dejar de verlos así, turistas de guante blanco, terroristas de la pacha mama.

San Pedro tiene algo entre el olvido y el estanque, como si fuera tan fácil hipnotizar a los que llegan hasta hacerlos quedarse: en pocos días un arriendo, trabajo de camarero y de pronto pasaron diez años de tu vida y nunca te diste cuenta. Es algo entre la cocaína y el opio.

Tiene el olor a rancio de los carabineros acercándose muy despacio y con las luces de alerta prendidas, pero al mismo tiempo tiene la magia de la música con instrumentos de tierra y semillas. Y esa cosa de las plazas de pueblo que es el telar que se va tejiendo con la gente que pasa y sigue, o el que se queda y toma un café, o los niños jugando fútbol con un balón deshinchado, la mujer cargada de verdura que se sienta a descansar en el banco, o el chico de bigotes largos y guitarra desenfundada (como provocando, debo decirlo) que ya es la tercera vez que aparece por la esquina y aún no se atreve a saludarme.

Musaka en Re menor

















En una noche de luna llena atravesamos el desierto hasta llegar a casa de la Negra. David se va entre las notas de una quena y las cuatro brujas se reúnen como cuando niñas, Pijama Party, entre flores rotas y llamadas perdidas. Después del cumpleaños nonagenario del abuelo, vendemos bolas del poder en fiestas del hermano bless de la mentira ¡Los hippies están muertos!, grita la Negra recordando a nuestra Bego rapada, ¡Murieron aplastados como mueren aplastadas las moscas de Irene a la hora de la siesta! Confirmamos que en el desierto no hay plantas (la consigna Abril, cogollos mil se transforma en un pésimo Abril, sequía hostil con tono de resignada derrota), pero a cambio conocemos al verdadero comandante Marcos, que por un momento es nuestro padre, el de todas, vino en copas de cristal, jazz, musaka y conversaciones que empiezan en la ciudad fantasma de los mineros y acaban en polvo de estrellas, ¿qué es El Sistema?, ¿quién es El Sistema?, o, ¿quiénes somos?, ¿qué queremos?, ¿qué es el trabajo?, ¿por qué?, ¿qué es la familia?, ¿qué la identidad?, ¿y la felicidad?, polvo de estrellas, en fin. Llegó el momento de marcharnos y el abrazo de la mamá Danisa es el abrazo de nuestras madres todas y salimos con los ojitos hinchados y el calor indisoluble bajo la piel, pero probando nuestra nueva bocina que despierta a todos los perros de la cuadra, que nos siguen como el hilito de una cometa suelta, un volantín que se aleja hacia el Norte.

sábado, 18 de abril de 2009

Todas las hojas son del viento


Tras el trasplante de órganos, la Dinamita está más poderosa que nunca. El motor ruge como si llevara un león adentro y a velocidad de veinte kilómetros por hora se alejan los viajeros por la Ruta 5, en una subida de pendiente 60º, con una fila de autos atrás que va aumentando cuando empieza la zona de curvas. En el interior de la nave se escucha música de desafío, Beirut con todos sus instrumentos, y delante dos conductoras triunfantes cantando, creyéndose parte de la orquesta, y Asier que asegura que se baja pasada La Serena pero que deja pasar el desvío en silencio y nadie le dice nada porque ya todos sabemos que llagará al final del Valle del Huasco. Los monitos animados duermen atrás soñando aún con pistones y filtros de bencina, los mejores mecánicos. Irene, que poco a poco va desprendiéndose de su elegante acento argentino y se le salen los conchetumare, bakan, caleta, va tejiendo mientras mira con ganas el baúl del tesoro lleno de manjares deliciosos, reskatados al más puro estilo Yo Mango. Pero en el Huasco nada de mangos exóticos (Nati sigue su búsqueda hacia el afrodisíaco) ni vendimia de uvas endóticas (nueva palabra que sirve para definir algo exótico para uno pero típico del lugar), así que después de ciento veinte curvas y un camino de tierra, la Dinamita se vuelve 4x4 y llegamos a Conay. En Conay, oasis de cipreses y nogales entre montañas desérticas color de oro y de piel, pasarán cosas asombrosas. Asier se transformará en un verdadero primitivo con taparrabos y pluma parada en la cabeza, que convocará a los personajes a una reunión frente a un fuego rodeado de ochenta y ocho piedras, donde las palabras saldrán sin miedo como flechas, Las cosas claras y el chocolate espeso, como decía mi amiga la Gastaldi, así que los sentimientos digiriéndose junto a los garbanzos, mezcla explosiva, combustible directo a la vena, viento que se lleva las hojas secas. Karim Said Abdul de las Arabias quiere volver a Santiasko con Asier, está enamorado y Ella está en la Granciudad, así que decide ir a buscarla. Las tres locas junto a David pondrán rumbo inmediato hacia Antofagasta, donde la Negra de Bronx espera y espera y se va desinflando como si en invierno un balón de piscina pinchado en el armario.

jueves, 9 de abril de 2009

Gipsy Style

Queriendo escapar del monstruo de La Gran Ciudad nos convertimos en mosquitos atrapados por la tela de la araña llamada Coquimbo.

El motor decidió que un paro cardíaco era una buena lección para unos personajes que desconocían por completo el mundo de las bujías y el aceite, así que montamos campamento al más puro gipsy style en Maipú con 25 de Agosto, lugar que evidentemente ningún habitante de la ciudad de Coquimbo conoce a no ser que tenga conocidos mecánicos o que trabajen cortando camarones frescos para envasar y congelar, y esperamos a que el Mecanicman de la calle Huérfanos en Santiago nos mande las piezas necesarias.

La Costanera se disimula con el sonido de la Fabrica de en frente, que pronto dejaría de parecernos un ruido atormentador para convertirse en el posible murmullo de una cámara de cine antigua grabando cada una de nuestras escenas. De la Kombi parada, como enfermo en una camilla con el suero bajo la nariz y los ojos cerrados, sale sin embargo una música, la mejor banda sonora, de Los Olimareños al Break on through de Jim Morrison, y empieza un after hour ininterrumpido, un baile extraño y poderoso que va y viene por la calle repleta de talleres mecánicos ante la mirada atenta de una manada de hombres sucios con los bolsillos repletos de herramientas y los ojos cargados de obscenidades de esas que se salen por la boca (y menos mal que se salen sólo por la boca). Empieza una danza misteriosa y alegre, sin tiempo, sin vergüenza, sin silencios, cargada de gritos y abrazos adentro, afuera, arriba del auto picapiedra, bajo la manguera del sol de domingo. Karim es bautizado como Said Abdul “El Romántico” -como si de verdad viniera de Palestina o de Argelia- y se integra de tal manera en el barrio –lo quieren en la fábrica para cortar camarones y en el taller para cambiar unas correas o para arreglar un baño o una máquina de coser- que pronto nos cuesta distinguirlo entre los nativos de la pobla. David se convierte en nuestro entrenador de basket en las mañanas – Nati y yo con los pulmones quejándose después de diez bandejas por la derecha y unos tiros libres- y poco a poco le va cogiendo el gusto al vino y se le olvida hablar susurrando, que es como se habla en su mundo lejano y antiguo de los bosques del sur. Irene discute a cada ratito con Asier como discuten los niños cuando se enamoran y se tiran del pelo; ella es la Argentina Furiosa y él el Vasco Gruñón, ella le dice “Parecés un león enjaulado, che”, y él con su mirada fulminante como si pudiera incendiar con ella todo un bosque o algo más difícil, qué se yo, una playa. Irene cosiendo banderas, Nati que no quiere ser Palmerita, diciendo “Oh my god” a cada rato, o “Hay que desafiar al kaos”, Laurita venida a menos en un apodo tal como Lalines de los Montoncitos, obligada a avisar de cada uno de sus movimientos como una sirena por su acusación de “patosa” en una casa rodante llena de cachivaches y personajes, Asier rejuvenecido al anochecer y nombrado Caballero de las Pamplinas, El Cuarto Mosquetero, cada vez que sale la luna-uña por el lado de la mezquita y él decide vestirse con el abrigo elegante de la Nati, soltarse el pelo, beber de la botella como los piratas y subirse de nuevo al asiento del conductor como si nunca se hubiera bajado, como si nada hubiera pasado y la Dinamita fuera a gruñir de nuevo dispuesta a adentrarnos en el valle.

Coquimbo, donde uno se olvida de que está esperando y se pone a vivir nomás (no menos).

lunes, 30 de marzo de 2009

La Verdolaga


Escena de esas como en una película de final feliz, de ésas que cuando terminan uno dice, “demasiado idealista”, o algo así, pero en verdad no puede quitarse las moscas que se le pegan al estómago como queriendo salir por alguna parte, como queriendo volar con ellas. Bego deshaciéndose en cada lágrima, Andy que aparece como si supiera que había despedida y se suma a los besos, Felipe y Pollito rejuvenecidos y dispuestos a agitar el sombrero mientras la Kombi Dinamita se aleja por la calle Maturana y desaparece al llegar a la Alameda, Lía vestida de negro luto, la Morocha dando todo su cuerpo en el último abrazo (¿alguien dijo último?), Gaby gritando, “¡Esto es un sueño!, ¡esto es un sueño!, ¿cuánta gente habrá soñado este sueño?”, el Julien corriendo atrás del auto con Amadeo en brazos, la mano diciendo adiós. Adentro Asier que maneja por primera vez y aún le cuesta meter la primera, David y Karim como dos monos del sur vestidos con el mismo traje, igualitos los dos, como los gemelos los domingos de misa en las películas, como si se hubieran preparado para ser dibujos animados con gorros de duende, y van dando saltitos de cumbia colombiana al lado del conductor mientras suena la música (y parece que se escucha el ruido sucio del vinilo antiguo, habrá que cambiar los altavoces). Atrás las tres chicas, con los regalos aún en la mano, con las cartas de despedida sin leer, con un nudo que no saben si desatan o aprietan todavía, miran por la ventana de atrás y los ven a todos tristescontentos, y ellas tristescontentas, ¡hasta México!, y el Julién corriendo atrás de la Kombi Dinamita con Amadeo en brazos, la mano diciendo adiós. Escena de final feliz de una película que empieza.